Tuneles de Buenos Aires

El viejo Buenos Aires ocultaba sus secretos debajo de la superficie:



lo recorrían túneles que se van descubriendo a medida que la piqueta destruye vetustos edificios para sentar los cimientos de modernos rascacielos (esto no lo dije yo, que soy defensora de los "vetustos edificios"-esto lo dice el texto que copio), hecha la aclaración continúo
Aunque se presume que las primeras galerías subterráneas datan del 1600, las pocas fechas ciertas de construcción que se tienen son muy posteriores.
Se sabe, por ejemplo, que en 1806, durante las invasiones inglesas, el ingeniero catalán Felipe Sentenach inició la construcción de un túnel que debía unir la manzana limitada por las calles Belgrano, Defensa, Moreno y Balcarce con el Fuerte, entonces en manos del invasor y ubicado en el lugar que ocupa la Casa Rosada.

-Galerías de la aduana Taylor-



Después, durante muchos años, no hubo noticias sobre estas secretas y profundas vías de comunicación, hasta que en 1885 las excavaciones realizadas durante la construcción del futuro mercado dejaron al descubierto la entrada de un túnel y, en su interior, una bayoneta y una trenza de mujer.

En 1909, al efectuarse un nuevo descenso, fueron halladas nuevas trenzas, comprobándose, además, que habían pertenecido a hombres y no a mujeres. La teoría esbozada entonces relacionaba el hallazgo con los soldados del Regimiento de Patricios, a quienes el 7 de noviembre de 1811 el general Manuel Belgrano obligó a cortarse sus tradicionales trenzas.

No fue, sin embargo, la única sorpresa: a catorce metros de profundidad se encontró una gran sala abovedada y de gruesos muros. Posteriores investigaciones permitieron descubrir la existencia de seis cámaras y varias galerías.
Años después, una de éstas fue destinada por un comerciante de apellido Camuyrano a depósito de frutas y verduras.

Se tejieron múltiples historias acerca de estos subterráneos: se dijo que iglesias y conventos estaban unidos entre sí por una red de túneles, se habló de torturas y flagelaciones, de razones defensivas y de contrabando.
En realidad pudieron servir para cualquiera de esas funciones. Será muy difícil determinarlo.

Quizá algunos argumentos sean más respetables que otros a la hora de marcar su factibilidad histórica-geográfica, pero lo que resulta notable es la falta de
información concreta, de documentación fehaciente que nos hable desde el pasado de la presencia y el significado de estos enigmáticos ingenios.



Las primeras noticias referidas a los túneles datan de mediados del siglo XIX y
aparecieron en el “Comercio del Plata” y en “La Gaceta Mercantil”.
A partir de allí se los menciona esporádicamente en diversos medios, casi siempre como resultado de un descubrimiento casual.
Tal es el caso de los hallados de manera fortuita en la Manzana de las Luces: en 1912, al construirse una sala de la antigua Facultad de Arquitectura, el piso cedió y dejó a la vista parte de una red de túneles que, construida seguramente por los jesuitas (expulsados por Carlos III en 1767), habían mantenido oculto su secreto.

-cerámicas de los túneles-




También se descubrieron túneles en el Cabildo, y la Iglesia de San Ignacio (a los cuales no puede accederse por desmoronamiento), en el cuartel que se levantó en Plaza Lorea (Saénz Peña y Avenida de Mayo), en el Hospital Neurosiquiátrico Braulio Moyano, bajo la Casa de Gobierno, en la escuela técnica Otto Krause y presumiblemente también bajo el casco de lo que fuera la estancia de los Olivera

-“Chacra de los Remedios”, hoy Parque Avellaneda-



Uno de los túneles iría hacia Alsina y Piedras, lugar en el que se encuentra la iglesia San Juan Bautista. Otro tomaría rumbo hacia Belgrano y Perú, en donde estaba en 1760 la casa de la familia del Virrey. Otro se reuniría con el del Nacional Buenos Aires o seguiría hasta unir el Cabildo y la Catedral yendo hacía el río. De allí habría dos ramificaciones, una hacia la iglesia de la Merced y otra hacia el Fuerte (actual Casa Rosada).

-Túnel del Hospital Moyano-




Hubo auténticos estudiosos que se dedicaron a recopilar, archivar, investigar e
interpretar la información que iba apareciendo sobre el tema. En tal sentido las
figuras más emblemáticas fueron las del arquitecto Héctor Greslebin y el ingeniero Carlos L. Krieger, debiéndose mencionar también al ex director del Museo Etnográfico Sr. Félix F. Outes y en la actualidad al arquitecto Daniel Schavelson, experto en arqueología urbana.



A una profundidad de 6 metros, los túneles de la Manzana de las Luces tal vez
intentaron ser parte de un sistema de defensa que quedó inconcluso, por donde era posible escapar, aunque dificultosamente. Luego se les pudo haber dado otro uso, como primitivo sótano o almacén subterráneo. Ahora están iluminados y con aire, y más allá de donde termina el sector que se puede visitar, siguen serpenteando hacia muchos otros lugares, aunque no hayan podido ser rescatados en su totalidad.

Los subterráneos en cuestión tienen de ocho a diez metros de alto por siete de ancho.

Greslebin decía: "Los subterráneos no deben destruirse. Son una parte esencial de la historia argentina y de la vida secreta y antigua de Buenos Aires. Las autoridades municipales y nacionales deberían procurar su mantenimiento y conservación, aunque fuera parcial...".



Datos y fotos tomadas de Internet

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