BUENOS AIRES: PALACIO PAZ


Una visita al increíble Palacio Paz, la residencia más grande de la Ciudad.
Tiene 140 ambientes y perteneció a José C. Paz, dueño de La Prensa, quien nunca llegó a habitarlo.
El Palacio Paz es una de las joyas ocultas de la Ciudad. No lo es por su ubicación –frente a Plaza San Martín y a metros de edificios históricos como el Kavanagh y la Cancillería– sino porque en su interior guarda una sucesión de magníficos salones y la historia de una familia que invirtió doce años, de 1902 a 1914, en la construcción de lo que fue la residencia más grande de la Ciudad, pero cuyo dueño no llegó a habitar.


Una visita al increíble Palacio Paz, la residencia más grande de la Ciudad.
Tiene 140 ambientes y perteneció a José C. Paz, dueño de La Prensa, quien nunca llegó a habitarlo.
El Palacio Paz es una de las joyas ocultas de la Ciudad. No lo es por su ubicación –frente a Plaza San Martín y a metros de edificios históricos como el Kavanagh y la Cancillería– sino porque en su interior guarda una sucesión de magníficos salones y la historia de una familia que invirtió doce años, de 1902 a 1914, en la construcción de lo que fue la residencia más grande de la Ciudad, pero cuyo dueño no llegó a habitar.


Este palacio puede ser considerado el más notable y acabado ejemplo de residencia urbana construida para ese tiempo. Fue diseñado por el arquitecto francés Louis-Marie Henri Sortais (1860-1911) para José C. Paz a principios de siglo quien como otros argentinos de su época vivía por largos periodos en París.
El palacio fue construido como vivienda familiar, contando con cuatro plantas,  140 ambientes , 40 baños y 12.000 metros cuadrados de superficie cubierta. La terminación del edificio estuvo a cargo del ingeniero Carlos Agote. El edificio originalmente contaba con residencias para el doctor y cada uno de sus hijos. El modelo utilizado para la composición general del palacio fue el Castillo de Chantilly reconstruido por Honoré Daumet maestro de Sortais.


Potentado, diplomático y dueño del diario La Prensa (para el que construyó el emblemático edificio de Avenida de Mayo, ejemplo de la arquitectura de fin de siglo, hoy Casa de la Cultura), José C. Paz tenía puesta la vista en lo que sucedía en Europa. Desde allí hizo traer todas las piezas que se ven en el palacio: mármoles, herrería, arañas, ornamentos, muebles, pisos y faroles, entre muchas otras cosas. También el descomunal portón de cuatro puertas que da la bienvenida al palacio.
La fachada principal se asemeja a los típicos castillos franceses, esta majestuosidad externa se confirma con su lujo interior que puede ser apreciado en las visitas guiadas. El edificio está compuesto por tres alas y un gran jardín interno.


Se cree que José C. Paz tenía aspiraciones presidenciales. Pensó que el palacio podía transformarse en residencia oficial, cuando aún los presidentes de la Nación no contaban con una. Si bien no existen fuentes históricas que confirmen la versión, la grandilocuencia de los salones hace pensar que esta fue la idea primigenia, lo que refuerza esta pretensión es el Gran Hall de Honor, el lugar que termina por dejar boquiabiertos a todos los visitantes.
De arriba a abajo, el Gran Hall de Honor derrocha grandilocuencia. Tiene 21 metros de alto y el piso está conformado por mármoles y mosaicos italianos. La cúpula es un vitral que en el centro tiene la imagen de Luis XIV , el “Rey Sol”, como lo llamaban en Francia. Y algunos detalles dejan en claro lo minucioso del diseño: los mármoles que rodean las puertas que permiten el ingreso a las áreas privadas, en el primer piso, tienen vetas naturales que simulan cortinados.


Pero la muerte sorprendió a José C. Paz en el Principado de Mónaco en 1912, y el Gran Hall de Honor quedó inconcluso: los óvalos que rodean la cúpula quedaron vacíos, cuando los lineamientos de la época sugerían que allí debería haber un fresco.
Una serie de tragedias ensombreció la vida en el palacio. Al poco tiempo falleció también la viuda de Paz, Zelmira Díaz, y luego su yerno, que vivía en un ala del edificio junto a su hija, Zelmira, y cuatro nietos. Su hijo, Ezequiel, no tuvo descendientes.


Para los años en los que fue construido, el palacio aportó algunas innovaciones constructivas. Tiene 10 ascensores , tres de ellos en lo que eran las cocheras y las caballerizas (la única ala del edificio que fue derribada por el Círculo Militar, que lo compró en 1938 e instaló allí los espacios deportivos). Toda las áreas contaban con conexión eléctrica y calefacción central.


El Palacio sólo se puede ingresar con visitas guiadas:
En español, las visitas son de martes a viernes en dos turnos, a las 11 y a las 15. Sábados a las 11. En ingles miércoles y jueves a las 15.30






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