La historia detrás de la Catedral de Ingeniería de la UBA

La sede de la facultad sobre la avenida Las Heras es el único edificio de estilo neogótico de Buenos Aires. Sin embargo, nunca se terminó. Ahora, un grupo de restauradores viajó en el tiempo para regresarla al momento en que se detuvo su construcción 


Por Cecilia Alemano

Todavía, al pasarle por delante, algún desprevenido se persigna. Es que con su estilo neogótico, la Facultad de Ingeniería de la avenida Las Heras 2214 se confunde fácilmente con una catedral. La historia es así: en la primera década del siglo XX le encargan al ingeniero y arquitecto Arturo Prins -creador del Banco Nación y del Archivo General de la Nación- la construcción de un edificio para la Facultad de Derecho sobre Las Heras, entre las calles Pacheco de Melo, Azcuénaga y Cantilo, en la ya entonces coqueta Recoleta. Él, que había vuelto de Francia fascinado con el estilo neogótico, la imagina muy al estilo Notre Dame. 
Asignados sus recursos Prins avanza: subsuelo, planta baja, tres pisos más entrepisos, dos terrazas, anfiteatro, cincuenta aulas. Coloca ladrillos tallados, arcos ojivales, mansardas, vitrales, volutas colgantes. Lo alienta el hecho -aún vigente- de que para ver otro edificio como el suyo hay que visitar la Catedral de La Plata o algunas bóvedas del vecino cementerio. 
Según la leyenda urbana -esa que por alguna razón a todos nos gusta creer-, llega el buen día en que Prins se encierra en su estudio visiblemente atribulado. Acaba de descubrir un error de cálculo, por el que si continúa su majestuosa edificación irá directo al derrumbe. Su orgullo mancillado le oprime tanto el pecho que decide terminar con su vida. 
Pero la posta es que el meticuloso Prins hace un edificio con alma de acero, bien dimensionado para resistir las cargas. Solo que en 1926 le cortan los fondos y la obra se para. Pasan trece años y el buen hombre deja este mundo por causas naturales sin ver un solo peso por su proyecto. Mucho tiempo después, cuando lo adeudado por fin llega a manos de su familia, les alcanza para ir a cenar afuera y brindar por el difunto. 
Para Derecho hacen el edificio de estilo neoclásico monumental de Figueroa Alcorta, mientras que Ingeniería hereda otro similar sobre Paseo Colón, que Evita originalmente había encargado para su fundación, y una segunda sede en la Manzana de las Luces. El proyecto final de Prins, con tres torres -la central de 120 metros- apuntando derechito a Dios, solo se puede ver en un dibujo de su autoría. 

Todo este tiempo, hasta hace un par de años, el edificio estuvo sin mantenimiento. En realidad, todo lo contrario, las intervenciones que se hicieron solo lo deterioraron más. Pero hoy si mirás vas a encontrar una construcción restaurada "a viejo". ¿Cómo "a viejo"? Sí. En 2006, un ingeniero que respiró -primero como alumno y luego como docente- la atmósfera del edificio, advertido de que los pedazos de mampostería caían al suelo como proyectiles, se propuso el curioso plan de subsanar sus patologías (los arquitectos hablan de sus obras como los médicos de sus pacientes) y lo dejó como existió hasta ahora. Ni un paso más allá ni uno más acá que Prins. No distorsionar lo que había hecho ni imaginar lo que habría hecho. Un desafío inédito. 
Así, el ingeniero Claudio Rissetto y un equipo de expertos, algunos de los cuales restauraron la Catedral de la Plata y el Teatro Colón, relevaron la situación del edificio; hicieron estudios (muchos), informes; consiguieron declararlo Monumento Histórico Nacional; obtuvieron los fondos y llamaron a licitación, hasta que una mañana fría de 2013, con un presupuesto de casi 11 millones y medio de pesos dieron inicio a la obra. 
Reintegraron las mamposterías y los hormigones. Restituyeron revoques, fijaron ladrillos y hormigones sueltos. Trataron las estructuras metálicas para evitar que se siguieran oxidando, impermeabilizaron superficies, sacaron vegetación invasiva y cables de todo tipo que afectaban el frente, ordenaron los equipos de aire acondicionado con el objetivo de retirarlos, repararon todas las ventanas y las puertas, y bueno, quedaron pendientes los vitrales por falta de presupuesto. 
En el proceso, además de usar materiales idénticos a los originales, surgieron cuestiones tales como "¿revocamos los ladrillos?", "¿tapamos los agujeros por donde pasaban los andamios?", "¿colocamos las figuras aladas que seguramente Prins quería poner acá?", "¿ponemos un palomar en la plaza para que las aves no corroan la fachada?". La respuesta a todo fue "no", "no" y "no". Coincidieron en mantener el momento en que la construcción se detuvo. Hasta decidieron que el hidrolavado de sus cuatro caras no fuera a fondo, porque también la suciedad forma parte de su historia. 
Decía Immanuel Kant que lo bello encanta, pero lo sublime conmueve. Los restauradores de la Catedral de Ingeniería deben haber intuido que su belleza está en su excéntrico estilo neogótico, pero lo conmovedor está en su obstinada vocación de inconclusa. 

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